COIA o COYA , Leyenda del último templario.
Coya (oficialmente, en gallego, Coia)
es una antigua parroquia del municipio gallego de Vigo integrada
actualmente en el núcleo urbano de Vigo. En la actualidad es un barrio de la
ciudad, uno de las más populosos, con más de 30.000 habitantes.
Historia:
Documentos de la época
recogen los nombres de las seis
encomiendas templarias que habia en Galicia: Faro, en
las inmediaciones de A Coruña; Amoeiro, en la provincia de Ourense; Coia, próxima
a Vigo y Canabal, San Fiz do Ermo y Neira,
en la provincia de Lugo.
Se sabe que existió una séptima encomienda en la villa de Betanzos, ya desaparecida por aquel
entonces. Pero, ¿cómo y cuándo se produjo el asentamiento de la Orden del
Temple en el Reino de Galicia?.
Al fallecimiento del
conde Gómez Núñez todas sus posesiones pasaron a la Corona, que, con el tiempo,
les fueron cedidas o aforadas a los Templarios en el año 1200, quienes las ocuparon y mantuvieron en
su poder, junto con sus ciudades, conventos, castillos y bailías (tenían
una en Coia), haciendas y vasallos, hasta la forzada desaparición de su congregación en el 1309,
en el que de nuevo pasaron al Estado durante el reinado de Fernando IV “El
Emplazado”.
La Leyenda:
La situamos en la encomienda de Coia.
El caballero Guillelme da Torre era un joven hidalgo que sentía correr por sus venas
la sangre de los antiguos celtas y latir, bajo la férrea armadura que le cubría
el pecho, un corazón nacido para la poesía y el amor. Como sus antecesores,
soñaba en compartir los lauros del gay saber ( nombre dado a la poesía
lírica en lengua de Oc y a sus juegos florales ); pero también le entusiasmaba
la idea de poner el pie cerca de los muros de Jerusalén, para librar de
profanación los venerables lugares.
Pero Guillelme se sentía con las fuerzas
amortiguadas y con el alma enferma, desde que un día conoció a una joven,
hidalga modesta, pero bellísima.
Una noche al resplandor
de la luna, pudo el caballero cruzar una mirada y un suspiro con aquella joven,
que le esperaba al pie de una cruz de piedra que se hallaba próxima al templo.
Rosalía – dijo él - , un abismo se interpone entre
nosotros; no podremos unirnos jamás; porque yo seré templario.
¡ Tú templario! – exclamó ella, sintiendo asomar a sus ojos lágrimas amarguísimas - ¡ Ay, tal vez mi cadáver deje fuera del
ataúd la mano de desposada, si es así, estréchala tú entonces; pero pronuncia
también mi nombre antes de tu muerte!.
¡ Rosalía, Rosalía, te
comprendo!. La
flor de azahar tiene sus bodas de felicidad. Breve es el mundo; pero la
siempreviva de los cementerios también tiene sus bodas de una amargura eterna.
Transcurrió el tiempo.
Cierta tarde se acercaba un joven a las puertas de una abadía; mas, apenas puso
el pie en los umbrales de esta, sintió que se le helaba el corazón, porque en
el interior del templo varias voces entonaban un De
Profundis.
A pesar de todo, siguió
adelante y vio en medio de la iglesia, sobre un túmulo rodeado de antorchas, el
cadáver de una hermosa mujer que tenía una mano fuera del ataúd.
El joven templario se
acercó a aquel cadáver, estrechó aquella mano, vertió unas lágrimas y se
retiró, hondamente abatido.
Después buscó un
apartado asilo para entregarse a la meditación y a la melancolía. Lo halló en
un majestuoso monasterio, levantado sobre peñascos, no lejos de donde la
corriente del rio Miño va a morir a las
olas del mar.
Allí el sonido de las
campanas llamando a la meditación se confundían con el bramido del mar en los
días de tormenta.
Era
aquella época en que el rey de Francia, Felipe IV, había arrojado a las hogueras las
enseñas que aquellos cruzados habían levantado en las márgenes del Helespondo ( Antiguo estrecho de los
Dardanelos ); los templarios, sin hogar ni altares, iban a abandonar en todas
las naciones sus últimos baluartes y castillos.
Y cuentan que se oyó
una noche tocar a rebato la campana del monasterio. Varios hombres armados
comenzaron a degollar sin piedad a los monjes, que sufrieron el martirio con
valor y resignación.
Treinta y cinco
templarios dormían ya el sueño de la muerte. Empezaba a rayar el alba y sólo
quedaba una víctima por sacrificar. Era un joven noble continente ( aire del semblante y actitud y compostura del cuerpo
); de cabellos rubios y ojos azules melancólicos.
Presentóse, pues a las
puertas del convento en donde le esperaban sus verdugos con los aceros teñidos
en sangre.
Aquí me teneis – dijo - ; soy el último templario.
Y poniendo una rodilla
en tierra, levantó la mirada al cielo y exclamó:
¡Rosalía, Rosalía!.
Después sintiendo en
sus carnes el filo de las espadas, exhaló el último suspiro.
Pocos años más tarde
moría en las orillas del Miño un noble perteneciente a la ilustre familia de Bernaldo de Quirós, señor de todos
aquellos contornos.
Y afirma la tradición
que, para descargar tal vez la conciencia, ordeno que se escribiese esta
cláusula en su testamento.
<<Dejo
treinta y seis misas para bien de las almas de treinta y seis religiosos que , por orden del rey, y en una sola noche,
he mandado degollar en la orilla del Miño.>>
Santiago Lorenzo Sueiro
Presidente de
Alianzagalega
Fotografías en :
http://alianzagalega.blogspot.com.es/
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