LA DEMOSTRACIÓN DE
MOURE
Francisco de
Moure, célebre escultor nacido en Santiago de Compostela en el año 1.595, creador de muchas
obras de gran valor artístico, en su mayoría tallas de santos y retablos de iglesias, entre los que se encuentran la del monasterio de Samos y el magnífico del
altar mayor del Colegio de Conforte, así como también la sillería del coro de
la catedral de Lugo, la cual consideró el padre Risco como una de las mejores
del Reino, en que tienen mucho que admirar los inteligentes. Pero lo
extraordinario de Moure es la manera como se presentó, siendo un muchacho, a un
notable escultor de Madrid ( Berruguete ) con el cual aspiraba a completar su
educación artística que la había obtenido de Alonso Martinez en Orense.
Cuenta
la anécdota Ricardo E. Vilariño de Barbeito en su libro Conforte, sus
monumentos, leyendas y tradiciones ( Monforte, 1896 ).
Todos los genios—dice--, hasta
imponerse como tales, sufren tormentos sin cuento, pues la envidia que siempre
imperó tiende a empequeñecer sus méritos y les hace objeto, ya de
persecuciones, ya de desgracias ficicas, ya de toda suerte de calamidades que parecen
consustanciarse con la penosa y malhadada vida del artista.
Precoz artista,
Moure demostró, siendo aún muy joven, sus altos vuelos, y sintiendo la necesidad de educarse y familiarizarse con el arte, se fue
a Madrid en compañía de un pariente.
Se presentó en el taller de Berruguete
( famoso escultor), el cual lo examinó y creyó que nada se podría sacar de
aquel muchachito que pretendía iniciarse en el arte de Fidias; le sometió, sin embargo, a una prueba con
el fin de que prácticamente demostrase sus aptitudes, dejándolo en absoluta
libertad para que eligiera el objeto que más le agradara.
Pasados
ocho días, se presentó nuevamente Moure en el taller e hizo entrega a
Berruguete del objeto que había realizado, << un mazo >>. Lo cogió el escultor
y, no viendo en él nada que revelase ingenio, dijo al joven que no podía admitirle
en su taller puesto que le faltaban aptitudes.
Se
despidieron, y moure se marchó, dejando allí el mazo. Al poco tiempo, el
escultor lo cogió y dio un golpe con él; su sorpresa y asombro fueron
grandes al ver que aquel mazo se rompía en pedazos y cada uno de ellos
representaba en finísima talla un pasaje de la crucifixión del Salvador.
Volvió
de su acuerdo Berruguete y mandó llamar a Moure, que quedó admitido en el
taller, y no sólo como discípulo, sino como compañero, pues la prueba de su
habilidad había sido extraordinaria y contundente.
Desde
aquel momento se abrió un ancho horizonte para el artista gallego, que más
tarde pasó con justa y merecida celebridad a la posteridad por sus muchas y
hermosa obras.
Moure falleció en Conforte
el año 1.636, cuando estaba trabajando en el retablo de la iglesia del Colegio,
lo que no pudo terminar.
Santiago Lorenzo
Sueiro
Presidente de Alianzagalega
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