EL
MILAGRO DE VILAGUISADA
En la provincia de Lugo,
ayuntamiento de Cospeito, en el
camino que va de Vilaguisada a Saavedra, esta la ermita de la Virgen de los Milagros, y en la pared
del lado del evangelio del altar mayor, hay un sepulcro donde yacen las cenizas
y el escudo de armas con los nombres de don Rodrigo González de Ribadeneira y su esposa doña Violante de Saavedra, señora de
Vilaguisada.
Don Rodrigo González de
Ribadeneira, que había accedido al título de señor de Vilaguisada (a través de su matrimonio con doña Violante de Saavedra señora de Vilaguisada),
Vivian dichosos en su casa-torre de
Vilaguisada. La casa-torre estaba situada en la parroquia de Saavedra, a la cual pertenecía la
ermita de la Virgen de los Milagros,
que desde tiempos inmemoriales tenía muchos devotos y como no también a los
señores de Vilaguisada.
Y sucedió que un mal día, apareció un hombre muerto en una de las
dependencias de la casa de Vilaguisada
y algunos de aquellos enemigos personales de don Rodrigo le achacaron el hecho
y culpa de esa muerte, o por lo menos, que él había sido quien mandó que lo
mataran. El caso fue que la justicia
real le mandó prender.
Pero cuando lo llevaban camino del tribunal que había de juzgarle,
tuvo que pasar por delante de la iglesia donde se veneraba la Virgen de los Milagros.
Cerca de esa iglesia había una fuente a la cual llamaban, por su
proximidad, la “Fuente de Nuestra
Señora”, al llegar ante ella, don Rodrigo
exclamo:
-¡Oh, Virgen Santa!¿No harás ver a estos
hombres que me llevan preso sin razón, que yo soy inocente de lo que se me
imputa?.
Y aún no bien fueron dichas estas palabras, he aquí que las cadena con
que iba preso se soltaron y cayeron en el suelo por si solas.
¿Cómo ha sido eso? - dijo uno de los que le llevaban-.
-Eso fue que no las has puesto bien-
- dijo otro- ; ya verás cómo, al asegurarlas yo, no le
caen.
Y, con el mayor cuidado, cerró bien el candado para que no volvieran a
caerse de nuevo.
Pero, a pocos pasos más adelante, y en el mismo momento que pasaban
por delante de la puerta de la iglesia, don Rodrigo volvió a decir:
-¡Oh, Virgen Santa!¿Tú, que sabes que soy
inocente, no me ayudarás?
Y entonces otra vez las cadenas se soltaron y cayeron al suelo.
¡Esto es un milagro de la Virgen!
– Gritaron algunos de los que le custodiaban- ¡Es
un milagro! Este señor es inocente.
El alcalde del Ayuntamiento escribió en un papel cómo por la
invocación del señor don Rodrigo las
cadenas se habían soltado sin que nadie las tocara y le dejaron volver para su
casa en libertad.
Agradecido, el señor de
Vilaguisada quiso que el día que finase fuera enterrado al pie de la Virgen
de los Milagros de Saavedra; y se dice que acudió
tanta gente a su entierro, que llenaba el camino que va de Vilaguisada a
Saavedra.
Santiago Lorenzo Sueiro
Presidente de Alianzagalega
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