EL PUENTE DE RUZOS O PUENTE DEL PASATIEMPO
Puente situado en el barrio mindoniense de Os Muiños sobre el río Valiñadares,
conocido antiguamente como "Ponte
dos Ruzos". Fabricado con cachotería pizarrosa y sillería granítica en
los remates, consta de un arco de medio punto.
Sabido es que a la muerte de Enrique
IV los nobles se dividieron en dos bandos: unos se pusieron a favor de doña Isabel y otros de doña Juana, la hija del rey. En Galicia tenían más fuerza los que
defendían los derechos de doña Juana;
eran, principalmente, el conde de Lemos,
el de Sotomayor y el mariscal Pedro Pardo de Cela.
Partidario de doña Isabel fue eI
señor don Diego de Andrade y algunos
amigos suyos.
Los Reyes Católicos
enviaron a Galicia, de acuerdo con
el de Andrade, una fuerza de
trescientos jinetes al mando de cierto aventurero francés, el capitán Mudarra, y con él al bachiller García de Chinchilla y al señor Ladrón de Guevara como gobernador de
Galicia, con la orden de <<hacer
justicia>>; aquella justicia que, según el cronista de los
reyes, suponía <<tanta severidad en los jueces,
que ya parecía crueldad, y era entonces necesaria y por eso se hacían muchas
carnicerías de hombres>>.
La lucha continuó, a pesar de ello, en el transcurso de cerca de tres
años, hasta que, viendo difícil vencer a los poderosos señores que no acataban
a doña Isabel y don Fernando, los
partidarios de estos acudieron a la traición y pudieron así dominar a sus
contrarios. Al conde de Camiña, señor de
Sotomayor, lo mataron. El de Lemos
murió de viejo. La conquista de la fortaleza de la Frouseira, del mariscal Pardo
de Cela, se había encomendado al capitán Mudarra: este, no consiguiéndolo, levantó el cerco. Aprovechó el
francés la ocasión en que el mariscal salió del castillo con sus parciales,
dejando aquel encomendado a la confianza de veinte de sus criados; estos correspondieron
tan mal a ella, que se vendieron al enemigo.
Gracias a ello, Pardo de Cela fue
preso por las fuerzas de Mudarca, y Fernando de Acuña, en una casa de Castro de Ouro, <<con moitos fidalgos e labradores
onrados que con él estaban>>, el 7 de diciembre de 1483.
Y según la <<Relazón da
carta executoria>>, tal fue el horror y la indignación con que
el país miró a los que lo vendieron, que hubo de marcarlos con la nota
infamante de perjuros y declararlos a ellos y sus descendientes inhábiles para testigos
en cualquiera información. Pardo de Cela
había sido juzgado anteriormente en Santiago
por un tribunal, acusado por varios testigos de la localidad y otros puntos
muy distantes de Mondoñedo, como un
muy poderoso señor y bandido, que asaltaba y mataba, <<según
habían oído decir>; pero el mariscal fue condenado a muerte en
garrote.
Cuando doña Isabel de Castro,
esposa del mariscal, supo la triste noticia de la prisión, decidió presentarse
a la reina en demanda de clemencia y partió en seguida camino de Valladolid.
Pero el obispo de Mondoñedo,
que odiaba al mariscal porque este no había querido entregarle algunos bienes
de su mujer que le donó el tío de esta don
Pedro Enríquez de Castro, anterior obispo de la diócesis, envió a su vez
emisarios para que no se otorgase el perdón real a Pardo de Cela.
Le corría por consiguiente prisa al obispo de Mondoñedo la muerte de Pedro
Pardo, por si la señora doña Isabel
de Castro llegaba con la gracia concedida por la reina, y logró adelantar
el suplicio.
Pero el día señalado para la ejecución llegaron noticias de que doña Isabel venía con el perdón y
cabalgaba apresuradamente acuciada por el ansia de esposa y de madre que sabe
en peligro la vida de los dos seres queridos; porque también su hijo, joven de
veintidós años, estaba preso junto con el mariscal.
Entonces el obispo imaginó un medio para que el perdón no llegara a
tiempo, envió a la entrada de la ciudad a algunos de sus canónigos, que
aguardaron la llegada de la desdichada señora y allí la detuvieron,
entreteniéndola con mil habladurías engañosas.
La atribulada señora quería seguir adelante; pero ellos le aseguraban
que nada tenía que recelar y continuaron con su porfiada conversación.
Entretanto, en la plaza de Mondoñedo
el mariscal y su hijo eran entregados al verdugo, que les cortó la cabeza.
Las nobles cabezas rodaron por el suelo, y las campanas de la catedral
doblaron a muerto. Fue entonces cuando la aterrorizada condesa pudo entrar, ya
demasiado tarde, en la ciudad.
Pardo de Cela y su hijo,
degollado con él, fueron enterrados en la capilla mayor de la catedral.
Y desde entonces los vecinos llaman a aquel lugar donde tuvieron
entretenida a doña Isabel de Castro <<A Ponte do
Pasatempo>>.
Santiago Lorenzo Sueiro
Presidente de Alianzagalega
Fotografías en
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