Leyenda
de doña Sancha Rodríguez de Tareygo "A Valente"(La Valerosa)
Sancha Rodríguez era hija de Aras
Pardo y de Tareyga Affonso.
Se casó con Fernán Pérez de Andrade
cuando éste era tan sólo un hijo segundón. Con él tuvo dos hijas, Sancha e Ynés
Fernández, y dos hijos Nuño y Pedro «os
fillós erdeiro». Las hijas las enviaron al monasterio de Santa Clara de
Santiago.
De los hijos «os fillós
erdeiros», que se documenta en el 1368, sólo se puede decir murieron muy
pronto, ya que el heredero de Fernán Pérez será su sobrino (hijo de su hermano
mayor Johan), Pedro Fernández de Andrade.
Doña Sancha heredo de sus padres varios
señoríos entre ellos los de Soutomaior,
Castiñeira y Fornelos .
En aquel tiempo había en Galicia, lo que denominaron "a
luta da fronteira" “guerra de la frontera”, donde las más
poderosas familias de la nobleza gallega (Orden
da Banda) y la portuguesa (Orden de
Cristo), estaban enfrentadas por el control de los dominios. Entre aquellas
familias se encontraban los de conde de
Barcelos en el castillo Castro Laboreiro (Viana do Castelo) pertenecientes
a la Orden de Cristo.
Pronto tuvo Sancha la desgracia de quedarse sola, pues su marido que aún no tenía el título de conde, se fue
a guerrear al lado de Enrique II
contra Pedro I de Portugal.
Nuño y Pedro, hijos de doña Sancha, contaban ya con diecinueve años uno y
dieciocho el otro, y habían entablado cierta amistad con los hermanos de la
familia Barcelos, Simón y Alonso,
pertenecientes al bando contrario (Orden
de Cristo). Un día jugando a la pelota Pedro con los hermanos Barcelos, en
un encontronazo, comenzó una disputa, las palabras se elevaron, hasta que todo
fue a más y echaron manos a sus espadas. Pero esta lucha no iba a ser justa, Pedro, se hallaba sólo, mientras que
los dos hermanos Barcelos se encontraban en compañía de sus criados. Todos
fueron contra él, y ante tras desigual cruce de espadas fue vilmente asesinado por los Barcelos.
Cuando uno de los Barcelos dijo:
“No podemos quedarnos aquí
debemos irnos, pues cuando la muerte llegue a oídos de su hermano buscará
venganza, vayamos a la casa de vuestro padre.”
Tenía fama el mayor de los Andrade de buen manejo de la espada:
“No, hermano si huimos ahora, su venganza será terrible. Debemos adelantarnos a sus
actos, enviemos algún mozo en su búsqueda antes de que la noticia de la muerte
llegue a sus oídos, y sin esperárselo le daremos muerte también.”
“Así lo haremos.” -Respondió el otro
hermano.-
Mandaron pues sin demora a uno de sus más fieles criados.
Aguardaron su llegada escondidos en una de las calles por donde solían
llegar los Andrade. Con las espadas desenvainadas, cuando vieron aparecer al
mayor de los Andrade, se abalanzaron sobre él, que sin tiempo de respuesta nada
pudo hacer, dándole una muerte cruel y cobarde.
Andrade agonizante sin entender nada se preguntaba:
“¿Por qué? ¿Por qué?” -Repetía balbuceante entre
sangre.
Muerto el último varón de los Andrade y el padre guerreando, ya no
temían por sus vidas. Dejando el cuerpo atrás, se dirigieron a la casa de su
padre que tras explicarle, a su manera,
lo sucedido, les aconsejó que marcharan de inmediato hacia tierras de Portugal,
para asegurarse de las posibles represalias
por parte del bando de la Orden da Banda. Y así huyeron de Castro Laboreiro.
Llevaron los familiares los cuerpos de los Andrade ante su madre, doña
Sancha, relatárosle la atroz muerte a que habían sido sometidos sus hijos.
Todos creían que ante tan trágica y cruel perdida doña Sancha, por ser mujer, se hundiría en la tristeza,
en el llanto y que su vida por amor perdería o loca se volvería, más alejados
de la realidad estaban, doña Sancha con gran aplomo ante sus sentimientos, sin
soltar lágrima ni llanto alguno se acercó a sus hijos y los bendijo.
“Yo os bendigo hijos míos, id en
paz con Dios, que justa venganza recibiréis.”
Ante el asombro de los reunidos, les dijo con el corazón endurecido y con
un valor encomiable ante los cuerpos yacentes de estos.
“Disponed vosotros el entierro de
mis adorables hijos, que yo junto aquellos que quieran acompañarme, me dispongo
a partir esta misma noche tras los asesinos y hacer justicia.”
“¡Vos! –Dijeron algunos de los
parientes-
“Mujer soy más, a falta de valor de
los presentes, yo misma impartiré justicia y buenos dineros daré a aquellos que
me acompañen.” -Respondió doña Sancha.-
Partió Doña Sancha hacia su señorío y allí logró reunir para su causa,
hasta un total de veinte caballeros, entre familiares, allegados a la Orden de Cristo y siervos a su
servicio, mas para protegerla y por justa venganza, que por los dineros
ofrecidos.
Averiguaron que los Barcelos habían huido al interior de Portugal y doña Sancha así les habló:
“Cuando atraviese esa puerta aquí
se queda doña Sancha Rodríguez, la mujer, y con vosotros va vuestro capitán, y
la primera en entablar batalla seré, que mas puede el corazón y la justicia que
todos los hombres armados.”
Y vestida bajo una ligera armadura y con
la espada de su hijo mayor, partió a caballo hacia tierras portuguesas.
Al cabo de varias semanas averiguó que el lugar donde se escondía los
Barcelos era en una posada de la villa
portuguesa de Viseu. Hacia allí se dirigieron raudos. Esperaron que
anocheciera planeando la estrategia.
Llegada la noche al amparo de su oscuridad, se acercaron sigilosamente
portando el vigón, al primer golpe las puertas sucumbieron, doña Sancha fue la
primera en entrar espada en ristre, tras ella diez caballeros y los demás
quedaron fuera protegiendo las puertas y ventanas de toda la posada, para que
nadie entrara y nadie saliera, como se había acordado.
Los Barcelos que se dedicaban
a la buena vida de mujeres y vino, no esperaban ser atacados y su sorpresa fue
aun mayor al ver como Sancha Rodríguez Tareygo espada en mano capitaneaba
aquellos caballeros, no daban crédito a tal imagen.
“No puede ser gritaban, no puede
ser.”
“Hágase justicia, -gritó doña Sancha- aquí y ahora pagareis por vuestros crímenes.”
La lucha fue encarnizada, y doña
Sancha luchó con bravura y valor. Por fin la muerte le sobrevino a los hermanos
Barcelos, mas no a manos de ella.
Justo al mes de sus asesinatos, la justicia prometida por doña Sancha a sus
hijos yacentes se había cumplido.
“Justicia se ha hecho, mi señora,
es hora ya de partir antes que los portugueses den cuenta de nuestros actos y
apresarnos quieran.” -Dijo uno de los
caballeros.-
“Aun no, -respondió enérgica doña Sancha- quiero sus cabezas.”
“¡Mi señora!” -Dijo extrañado uno de
los caballeros-
“Hacedlo, o yo mismo los decapitaré
con mi espada.” -Replicó doña Sancha-
Hacha en mano, procedieron a cortar sus cabezas, que entregaron aun
sangrantes a doña Sancha de Monroy, esta con gesto indiferente agarró ambas
cabezas por los cabellos e impávida dijo:
“Ahora si se ha hecho justicia.”
Tras aquello, dejaron la posada y montando en sus cabalgaduras sin
descanso, llegaron en día y medio a Baiona. Allí detuvo su caballo doña Sancha y sin desmontarse de él, preguntó
por el lugar donde fueron enterrados sus hijos y respondiéronle:
“Mi señora, tus hijos fueron
enterrados en santa sepultura en la iglesia de Santiago, en la Villa de
Suotomaior.”
Y sin mediar palabra ante el asombro de los caballeros, arreó a su caballo
y partió hacia Suotomaior y depositando las cabezas de los Barcelos en sus
sepulturas dijo:
“Hijos míos he aquí a vuestros
asesinos, descasad ahora en paz.”
Y tras estas palabras se fue a su casa. Mando construir una fortaleza en Suotomaior con capilla interior, para
posteriormente trasladar a sus hijos.
A los pocos años moría
doña Sancha, a la cual llamaron Sancha Rodríguez de Tareygo " A
Valente" (La Valerosa).
Su marido Fernán Pérez de Andrade se
volvió a casar con Doña Constanza de Moscoso.
Esta fortaleza fue
destruida por "a Irmandade
Fusquenlla" o "Primeira Revolta Irmandiña". Y reconstruida por Pedro Álvarez de Sotomayor (Pedro Madruga), cuando Enrique IV de Castilla lo nombro conde de Soutomaior y Fornelos.
Santiago Lorenzo Sueiro
Presidente de Alianzagalega
Fotografías en :
http://alianzagalega.blogspot.com.es/
http://alianzagalega.blogspot.com.es/
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