viernes, 24 de octubre de 2014

G U I T I R I Z y la leyenda del EL PUENTE DÁ














G U I T I R I Z
La historia de Guitiriz está muy influenciada por diferentes culturas que han pasado por nuestro pueblo.
A pesar de que los primeros pobladores de origen celta y los romanos sabían acerca de las propiedades terapéuticas de las fuentes termales, sólo con la llegada de los suevos tras el hundimiento del Imperio romano la localidad empezó a cobrar notoriedad. El nombre "Guitiriz" procede de "Witirici", en latín el genitivo de Witiricus, que significa "el lugar de Witiricus" (en referencia a Witiricus, un señor de la guerra Suevo).
Hay varios lugares que ofrecen la prueba de los suevos estuviera aquí, como Mariz, Buriz, ... Amariz. Terminación "iz" es característico de esta ciudad.
Los suevos no eran los únicos que han estado en estas tierras, pero fueron varias las poblaciones que han dejado su marca en Guitiriz.
Por lo tanto, tenemos ejemplos en Guitiriz Cultura Epipaleolítico como el "Sitio Pena Xiboi" el año 5000 y 8000  A.C.
En Guitiriz son también rastros de "Megalítico Cultura" como momias, Modi o medorras entre los más significativos son: medorras de "Las Rocas del Puertas Gallas" en el Buriz Puertas Gallas, "la medorras Galiñeiro" en Serra da Loba en Labrada, "medorras a Tolda" en Parga y un largo etc ...... Algunos, mantenidos en condiciones aceptables y el otro que sólo hay evidencia de los nombre gracias a viejo.
La cultura celta ha dejado una fuerte huella en nuestro pueblo, tenemos tantos Castros repartidos por la zona. La mayoría son en la parte superior de una colina, que ocupa una posición dominante en el territorio. Tienen una circular u oval, y en muchos casos tienen antecastros con función defensiva y refugio para animales.
Sin embargo, la presencia más significativa y tenemos más ejemplos de los Romanos es, ya que estas tierras estaban cruzando sitio de la calzada romana que unía Lucus Augusti con Brigantia, por algunos autores, que se encuentra aquí Caranicum de los antiguos romanos.
En la Edad Media venir influencias monásticas, conseguir las diferentes tierras de los monasterios Guitiriz presentó Monfero Sobrado y por lo tanto las tierras Mariz, Negradas, San Breixo y Sta Leocadia pertenecen al "Monasterio de Sobrado" y aterriza Labrada y Buriz Vilares el "Monasterio de Monfero".
En 1834, cuando se crearon los condados, éste fue llamado Trasparga y tenía su asiento al lado de la actual N-VI; fue trasladado a Puebla de Parga por razones de seguridad y más tarde regresó a la ubicación original. Ahora totalmente S.XX, se sitúa en el puesto: Guitiriz.
En el siglo XIV la totalidad de la comarca Tierra Llana, incluyendo Guitiriz y su capital, Villalba, pasaron a ser parte de los dominios de Fernán Pérez de Andrade, en cuya familia pasarían a ser los primeros Condes de Villalba durante el reinado de los Reyes Católicos.


LA LEYENDA  :

EL   PUENTE   
A finales del sigo XIII nació en el castillo de Támoga una hermosísima  doncella que se llamó Doña Leonor de Montenegro, condesa de Támoga y Montenegro, que  se casó con el valeroso caballero Don  Gutierre Pardo de Gayoso, hijo de Don Alonso Pardo de Gayoso, señor de Caldaloba, Narla y Guitiriz, en donde la dejó en compañía de su padre, al partir para la guerra contra los sarracenos.
Durante su ausencia, un paje de Don Gutierre, llamado Nuño Pares, se enamoró perdidamente de su señora y se atrevió a declararle su pasión. Negóse Doña Leonor a tan atrevida pretensión y rechazó indignada las insensatas aspiraciones del paje; pero aquella  negativa y, más todavía, el desprecio y dureza con que Doña Leonor le había tratado indujeron a Nuño para tramar una cruel venganza que fue ideando y madurando hasta que su amo Don Gutierre volvió de la guerra.
Entonces con toda la vileza de su odio, y temiendo que Don Gutierre pudiera enterarse de su pretensión hacia la persona de su esposa, se apresuró a decirle que había sorprendido a Doña Leonor y a Don Alonso, padre de Gutierre, en amores culpables.
Don Gutierre sentía un gran amor a su esposa, la adoraba; pero apreciaba mucho a su paje: la fidelidad que le demostraba informándole de aquel terrible acontecimiento, que creyó cierto, hizo que le estimase más; y, loco de ira, juró vengarse de los dos culpables de su deshonra.
Don Gutierre, irreflexivamente, impulsado por los celos y la cólera, dio orden al paje de que degollara a su esposa en la torre del homenaje del castillo, se asomara después junto a una de las almenas y le enseñase la cabeza, pues él andaría con su padre paseando por las afueras, en las proximidades del rio.
Al caer de la tarde del dia siguiente, cuando la nieve coronaba las cumbres de los montes cercanos a Guitiriz, se encontraba Don Gutierre paseando con su anciano padre cerca del rio Vello. Oyóse en la llanura el siniestro toque de una trompeta del castillo; padre e hijo volvieron la vista hacia la fortaleza y vieron la cabeza de Doña Leonor, que, por los cabellos, colgaba de la mano del paje Nuño, que la mostraba desde los adarves de la torre.
-¿ Que es lo que sucede en el castillo, hijo?- Preguntó Don Alonso, aterrorizado.
-Señor, lo que ha sucedido- le respondió Don Gutierre- es la cosa más vil y más repugnante del mundo: es el padre cruel que destrozó el corazón de su hijo, pues ha seducido a laa esposa de este durante su ausencia. Hay una mujer lujuriosa que se ha burlado de su esposo….
-Pero, ¡Dios me valga! ¡No te entiendo!- gritó dolorosamente asombrado Don Alonso.
- Y hay esta daga que castigará al culpable después de haber sido castigada la adúltera- y Don Gutierre empuñó su daga amenazador.
-¡Oh, Dios!¡Que horrible calumnia!¡Esto es espantoso!
Vuestro crimen ha de ser castigado también1-Gritó Don Gutierre.
Entonces, el anciano, despojándose de la capa y presentando el pecho a su hijo, exclamó:
-¡Dá, hijo loco y vil, dá!
Ciego de ira, Don Gutierre, alzando la mano que empuñaba el arma homicida, clavó esta tres veces en el pecho de su padre.
Habían transcurrido seis años; Don Gutierre, olvidados ya los acontecimientos que consideraba como un acto de justicia, vivía tranquilo. Dos años después de la tragedia había contraído nuevo matrhimonio con Doña Blanca de  Anxeriz, marquesa de Mos, y una nueva vida se había abierto para el.
Pero un día llevaron al castillo en unas angarillas a Nuño Peres, que había sido herido gravemente en la encrucijada de Velote.
- ¿Quién es el que ha pretendido matar a mi fiel escudero? - preguntó, encolerizado, Don Gutierre.
-Fue Juan de Doncos, señor - Le respondieron.
-¿Juan de Doncos?¡Buscadlo! - gritó.
Iban a salir algunos hombres para detener a Juan de Doncos, cuando apareció este en el pórtico del castillo; se arrodilló y, poniéndose las manos sobre el pecho, balbuceó.
-Matadme, señor, matadme, si quereis; pero yo no he hecho otra cosa que vengar a mi hermana.
- ¿ A tu hermana?
-Si, señor, vuestro escudero Nuño la ha seducido, la ha perdido… y al pedirle ella que se casara para cumplir como era su deber, le dio de bofetadas y la empujó con desprecio, derribándola en el suelo.
Don Gutierre se estremeció. Eso venía a recordarle lo que había hecho él hacía seis años. Entonces, sin darse cuenta siquiera de por qué, se acercó al herido preguntándole:
-¡Nuño Peres!¿Es cierto que has abofeteado a Mariña, hermana de Juan de Doncos?
-Si-respondió con voz débil el herido.
¿Es cierto que hiciste eso porque la pobre Mariña….?
-Si,si…porque me pedía llorando….que le cumpliera mi promesa….de casamiento.
Don Gutierre se apartó de su escudero, pero este añadió:
-No os vayáis….señor….
El conde se le acercó de nuevo.
-Mandad que se vayan todos, pues, creo que voy a morir y quiero deciros una cosa.
Don Gutierre hizo salir de allí a todos; y cuando estuvieron solos, haciendo un gran esfuerzo, con voz cada vez más débil, habló:
-Señor, Doña Leonor y vuestro padre murieron inocentes.
A esta revelación espóntanea que surgió de los labios del agonizante, el conde palideció y  exclamó con espanto:
¡Inocentes!¡Nuño pues….!
-Inocentes. Yo amaba a vuestra esposa, señor, ella me rechazó con desprecio, entonces yo, para vengarme la calumnié.
¡Basta!-gritó el conde-.¡Que el diablo del infierno te lleve!
Y echando mano a su daga, que siempre llevaba al costado derecho, en la cintura, la hundió con furia en el corazón del escudero.
Desde entonces Don Gutierre Pardo de Gayoso, señor de Guitiriz, de Narla y de Guimarey, estuvo loco. Por todas partes parecíale ver el fantasma de su padre, mostrándole la cabeza de doña Leonor; y con frecuencia se le veía de pie junto al puente, diciendo empavorecido.
¡Dá, dá!.
Y después de tres meses de padecimientos y pavores, prendió fuego al castillo en un rapto de locura y murió abrasado en el incendio.



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